Dicen los que te conocieron que eras tan linda como te veo ahora. Tu nombre habría sido Katya, tendrías unos veintidós, y vaya uno a saber que andarías haciendo ahí, en esa ciudad que ahora recorre sólo el viento y los sonidos de algo que fue y no será. Te veo bailando entre los árboles, tu pelo rubio y tu tez blanca contrastan con el rojo furioso de los árboles. En el fondo, escucho las voces de los hibakusha que susurran tu nombre.
Te balanceás entre los árboles, mientras se cae tu vestido hecho harapos. Te veo desnuda, te veo sin piel, te veo sin músculos, sin huesos. Pero tus ojos brillan. Me acuesto sobre las hojas de lo que quedó de aquellos árboles, y veo otra vez, como en una película, cómo el cielo se tiñe de violeta, y un resplandor de una luz que quema los ojos hace que todo vuelva a empezar, como en una mala película. Ahí estás, en efecto, bailando de nuevo entre los árboles rojos.
Algo me toca el hombro. No me atrevo a darme vuelta.
1 comentario:
gracias por la cátedra.-
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