Entren chicos, nos dijo ella con amabilidad. Nos abrió la puerta de su casa, y con una sonrisa muy afectuosa nos saludó a cada uno de nosotros tres. Pero, miren con cuántas cosas que vienen. Suban por el ascensor, ustedes que vienen con las cámaras, yo voy por las escaleras. No hubo caso en la insistencia.
Al llegar al tercer piso, nos estaba esperando. Nos invitó a pasar, y al entrar en la casa, vimos un pasillito con dos notebooks, una al lado de la otra y una nena que no debía superar los siete años. Andá, estudiá que después te tomo las tablas, y ante el reto materno se fue. En el comedor nos esperaba él, igualmente afectuoso. Nos dio la mano con firmeza. Cuando estén listos, nos soltó.
Los tres preparamos los equipos. Mientras tanto, una escena familiar se desenvolvía con total naturalidad: los dos chequeando sus computadoras, ella con la nena a upa. Otro hijo se asomó -no debía superar los doce años-: las cámaras le debían causar curiosidad. Se sonreían entre sí, se hacían bromas. El comedor era realmente acogedor, llena de libros, con luz cálida y una ventana que daba a la calle.
Al cabo de unos minutos, terminamos de preparar todo. Nuestro entrevistado se sentó en la silla designada, ante la atenta mirada de la cámara y el foco vacilante. Se explayó con total soltura, y no dejó nada por decir. Mientras él hablaba, ella asentía en silencio, con una sonrisa en su cara, mientras controlaba a los nenes, para que no hablaran y arruinaran la toma. Una vez que terminamos nuestro trabajo, lo que nos habrá llevado una media hora, él nos regaló algo como agradecimiento por haber ido hacia allá. Levantamos los equipos, guardamos el presente. Nos despedimos de nuestro entrevistado, y ella bajó a abrirnos la puerta. Con una sonrisa, nos dijo gracias por haber venido, espero que les haya sido útil.
Esa fue nuestra visita a la casa de Cecilia Pando y Pedro Mercado.
4 comentarios:
Son personas. Pueden ser nuestros vecinos más atentos. Puede ser el que viaja enfrente de nosotros en el subte todas las mañanas. El que nos choca con el hombro sin querer en una calle abarrotada de gente. Son ellos y son todos. "Quienes son" quisiera saber. Es terrible reconocerlo pero siguen sueltos caminando entre nosotros…
NI OLVIDO NI PERDÓN.
Adelante compañero.
El comentario de arriba, tiene que ser anónimo?
Qué cosa che...
Y me estoy atando las manos para no decir más.
Contá qué les regaló.
Besos
Machu
Agustín, aquí mi nombre.
No lo puse porque Hernan ya me conocía, pero bueno, ahora que sus comentaristas lo reclaman.
El del icono es Duff?
Así son estas cosas. Una experiencia inolvidable. Esa misma noche tuve pesadillas (no suelo tenerlas), había una especie de nazi sentado en mi habitación mientras yo dormía. Me miraba, nunca supe qué podría estar buscando. Luego creí que llegaban más -de ellos, de ellas- por los techos. A la mañana siguiente pensé: "tengo que agradecer a los dioses que a mí me tocó en una pesadilla".
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