martes, 4 de noviembre de 2008

Ultimo tren

No alcancé el tren. Y bueno, me dije, ya fue. La noche está agradable, corre vientito de pre tormenta y eso garpa. Toda la gente se agolpó contra la pared, buscando refugiarse en una cornisa imaginaria de la estación Carranza. Todos menos vos. Ahí estabas, en tu mundo. Leyendo algo (¿Ficciones? No llegaba a leer), en tu mundo. Tu pollera larga volaba con el viento, y éste animaba la llama del cigarrillo que tenías en tu mano. Te ví tan distinta a los demás, que no quise molestarte. Con mirarte alcanzaba para leer la paz en tu cuerpo, en tus gestos, en la forma en que exhalabas el humo. Me imaginaba las sutiles tácticas para sentarme al lado tuyo (claramente por error), comentarte así como al pasar sobre la vieja dicotomía Borges o Cortázar. Con suerte arrancarte una sonrisa, pedirte un cigarrillo (aunque no fumo), charlar un rato, y que todo marche sobre rieles.
La luz del tren que venía me aceleró el pulso. Frenó en el anden. "Suarez", decía el cartel. Todos los que estaban semi refugiados se metieron presurosos en los vagones y quedamos solos vos y yo en el anden. Estaba tomando aire para decirte algo, cuando te despertaste como de un sueño. Corriste hacia la puerta, y preguntaste con un grito: "¿Suárez o Mitre?". Con la respuesta, entraste. La puerta se cerró, y vos tiraste tu cigarrillo por la ventana. No pude ni mirarte a los ojos una vez. Y al arrancar, me quedé solo en el anden, con tu cigarrillo tirado, con el gusto de ese humo en mis pulmones, con el ligero recuerdo de tus labios en la colilla en mis labios. Parece que va a empezar a llover.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustó. Definitivamente no "es lo que hay", debe haber mucho más. Sacalo a la luz y aprovechalo.

Un fraterno abrazo revolucionario.

A