Anteayer amantes, ayer parejas, hoy guardamos un cuchillo debajo de la almohada y la última bala en la recámara del 38, para aquellos que creen en un auto final misericorde y rápido. ¿El amor es una batalla? Puede ser. Sólo que nadie especificó contra quién, durante cuánto tiempo, cuál sería el campo de lucha, y mucho menos cuáles serían las reglas. El problema es cuando se infringen ciertas reglas, como por ejemplo, no dispararle al mensajero, ni al médico, ni a los civiles.
Siempre hay terceros. O son la causa, o son el efecto no deseado (¿consecuencias no deseadas de la acción?); pero quien crea que el amor es de a dos, se equivoca. Como toda relación, se encuentra inmersa en una sociedad, micro o macro, o como sea que fuere.
¿Dónde se va todo eso que se sentía por el otro? ¿Cómo se da esa transmutación que lleva a odiar tanto? El odio, ¿es amor cambiado de signo? ¿Tienen igual intensidad? Polos positivos, polos negativos. Cómo y cuándo se juntan, es cuestión de física, de los físicos y de las mentes, de las químicas y de las pieles, y de los años que pasan, y los días que se acortan y alargan, y así, una y otra vez.
Máscara sobre máscara sobre máscara. Verso contra verso contra verso. Muro tras muro tras muro.
Y mientras, las ruinas.
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