lunes, 22 de diciembre de 2008
El principio del principio
lunes, 15 de diciembre de 2008
Credibilidad/Fin de TEA
domingo, 23 de noviembre de 2008
Apariencias
Al llegar al tercer piso, nos estaba esperando. Nos invitó a pasar, y al entrar en la casa, vimos un pasillito con dos notebooks, una al lado de la otra y una nena que no debía superar los siete años. Andá, estudiá que después te tomo las tablas, y ante el reto materno se fue. En el comedor nos esperaba él, igualmente afectuoso. Nos dio la mano con firmeza. Cuando estén listos, nos soltó.
Los tres preparamos los equipos. Mientras tanto, una escena familiar se desenvolvía con total naturalidad: los dos chequeando sus computadoras, ella con la nena a upa. Otro hijo se asomó -no debía superar los doce años-: las cámaras le debían causar curiosidad. Se sonreían entre sí, se hacían bromas. El comedor era realmente acogedor, llena de libros, con luz cálida y una ventana que daba a la calle.
Al cabo de unos minutos, terminamos de preparar todo. Nuestro entrevistado se sentó en la silla designada, ante la atenta mirada de la cámara y el foco vacilante. Se explayó con total soltura, y no dejó nada por decir. Mientras él hablaba, ella asentía en silencio, con una sonrisa en su cara, mientras controlaba a los nenes, para que no hablaran y arruinaran la toma. Una vez que terminamos nuestro trabajo, lo que nos habrá llevado una media hora, él nos regaló algo como agradecimiento por haber ido hacia allá. Levantamos los equipos, guardamos el presente. Nos despedimos de nuestro entrevistado, y ella bajó a abrirnos la puerta. Con una sonrisa, nos dijo gracias por haber venido, espero que les haya sido útil.
Esa fue nuestra visita a la casa de Cecilia Pando y Pedro Mercado.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Debates troscoanarcomarxistaleninistamaoistaperonista útopicos y revolucionarios a las 12 am
soy Oficialista Critico
Hernán dice:
no me digas
Agustin dice:
viste ese nuevo mote?
Hernán dice:
ay dios, por un momento me entró el terror
Agustin dice:
es tremendo: apoyo al gobierno pero hago Criticas (y aclaran, "constructivas")
Agustin dice:
la concha de tu hermana
Agustin dice:
hay que generar un debate para desmitificar mi figura, la concha de tu hermana sami
martes, 4 de noviembre de 2008
Ultimo tren
viernes, 31 de octubre de 2008
Espacios vacíos
En los espacios vacíos que dejás entre tus palabras, quisiera mentirte y decirte más de lo que puedo. Quisiera ignorarte, y relegarme a una vida de olvido. Porque sí, soy uno de esos que se regodean en su propia miseria, que siempre amagan con tocar el fondo, con raspar con la cuchara el telgopor. Que me ayudes a salir del fondo, es algo que rara vez me puedo permitir. Claro, yo, el omnipotente, el todopoderoso. Pero ahora, que una firma condena mi futuro a mediano plazo hasta el principio del otoño y no te puedo dar lo que querés, sé que te voy a decepcionar. Pero como te conozco, me vas a abrazar y a decir "no pasa nada". Pero recordando aquella isla, aquellos momentos... en el fondo, lo único que nos queda es el ahora. Ahora es el momento de hablar, de gritar, de agarrarte fuerte de la mano y jugar a tocar el fondo, y a salir mirando la luz del sol, el primer aire, el primer viento.
viernes, 24 de octubre de 2008
Preludio de un regreso
Pensé que conocía unas cuantas historias buenas para contar a los demás, y descubrí, o confirmé, que escribir era lo mio. Muchas veces había llegado a convencerme de que ese oficio solitario no valía la pena si uno lo comparaba, pongamos por caso, con la militancia o la aventura. Había escrito mucho y publicado mucho, pero me habían faltado huevos para llegar al fondo de mí y abrirme del todo y darme. Escribir era peligroso, como hacer el amor cuando se hace como debe ser.
Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había naciodo. Esa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto y así no se iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido.
Para escribir tenía que mojarme la oreja. Yo sabía. Desafiarme, provocarme, decirme: "No podés, a que no". Y también sabía que para que nacieran las palabras yo tenía que cerrar los ojos y pensar intensamente en una mujer.
(Eduardo Galeano, Días y noches de amor y de guerra)