lunes, 9 de junio de 2008

El otro lado

El señor Domínguez se levantó puntual con la tercer campanada del despertador. Restregándose los ojos, salió de su cama. Descalzo como siempre, fue al baño. Medio dormido entrevió la hora en el reloj del baño (7:01) mientras manoteaba distraído en el mueble el cepillo para peinarse los pelos.
Grande fue su sorpresa al encontrar que en la imagen que le devolvía su espejo no se encontró cepillándose. Desconcertado, miró con atención y descubrió que él tenía en sus manos el peine de su reflejo. El suyo estaba cómodamente apoyado sobre el estantecito bajo el espejo.
Mitad despierto y mitad dormido continuó cepillándose, mirando cómo su reflejo no le devolvía sus mismos gestos. Trató de escuchar lo que decía su reflejo, que lo miraba fijo con ojos muertos. Sus labios se movían, pero no podía oír sus palabras.
Comprendió tarde su error. Acercar la oreja al espejo y sentir como sus (sus) manos lo aferraban fuerte del cuello, fue un solo movimiento. Tratando zafarse, lo (se) golpeó con el cepillo, sin demasiado éxito. Mientras caía se aferró al caño de la bañera para tratar de mantener el equilibrio, con pésimos resultados.

Parte policial: F. Domínguez, fallecido a los ... años (...). La denuncia fue realizada por vecinos del occiso que, habiendo sentido el olor nauseabundo, dieron noticia a las autoridades. (...) En la escena de muerte se encontraron vidrios rotos del espejo, el caño de la cortina caído, las toallas en el suelo (...). Teniendo en cuenta los restos del vidrio incrustados en el talón del difunto y las marcas en su cuello, los forenses de la fuerza concluyeron que el deceso se produjo por ahorcamiento al suspenderse en la barra del sanitario, y en un último reflejo golpeó con la planta del pie el espejo, provocando así su ruptura (...).

Nota en la libreta del Cabo segundo Rodríguez: No hay explicación aún para dos elementos. Primero, cómo el caño resistió tanto tiempo el peso del cadáver. Y el segundo dilema, qué hacía el muerto con un cepillo fuertemente agarrado en su mano derecha, y sobre todo por qué se encontró un cepillo idéntico a su lado. Espero que más investigaciones arrojen más luz sobre esta incógnita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy coratazariano! (O Hernaniano, por qué no?)
Muy bueno lo que escribiste, amor, realmente! Seguí expresándote, escribiendo, tocando, componiendo, por que lo hacés realmente muy bien! Pereo sobre todo porque a vos te hace mantenerte vivo, te hace ver que sí sos capaz de producir cosas de calidad y con contenido social... Es que precisamente ese es el sentido, escribir sirve para liberar(nos) -muy Freire-, para despertarnos de ese letargo que es lo cotidiano, que no nos deja ver que estamos en el mundo para vivir, para reir, para compartir y construir con otros...
Puedo elogiarte, total de corregirte se encarga otro! :P
Que tengas un lindo día, y llená Clarín de sonrisas, que le deben hacer falta!