En un canto a la abstracción y al sentido del humor, mientras la motorwoman del subte anunciaba erróneamente la estación que seguía (... Retiro -eeem, perdón. Próxima estación Diagonal Norte), la monotonía se rompió cuando te sentaste al lado mío, me sonreíste, y me dijiste ¡Hola!. Se te notaba de lejos: debías ser de algún pueblito perdido, de esos que tienen menos habitantes que kilómetros cuadrados. No supe qué hacer. Porteño de ley, macho de segunda, te respondí con un leve cabeceo, y me enfrasqué en el diario. Y mientras te pispeaba de reojo, me di cuenta que había asesinado la inocencia. Te bajaste en Lavalle.
3 comentarios:
Sí, nene, sí!
De ésto estoy hablando.
De la reverencia a lo insignificante.
Me gustó, clap clap.-
Ya te dije todo hace unos días... pero me pregunto, ¿y un post nuevo?
Todo llega. Aparte, no soy tan groso como para inspirarme tan rápido...
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